El Espíritu de Belial
1 Samuel 2:12-14 “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová. Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes, y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo”.
El altar de Dios nunca se puede instrumentalizar, ni se puede usar Para otra cosa que no sea honrar a Dios y darle toda la gloria. Más que un lugar, el altar de la adoración al Dios verdadero, es una actitud, una fervorosa y devota inclinación de reconocimiento, dedicación y alabanza al Señor.
Los hijos del sacerdote Elí pervirtieron los sacrificios y contaminaron con la soberbia y el arrebato el orden y los lugares de adoración a Dios.
Éste espíritu es opuesto a la santidad y a la consagración a Dios, ya que pervierte y distorsiona la entrada a su presencia que es el altar de los sacrificios y de la adoración. Éste espíritu operó en los hijos de Elí que actuaron como hombres carnales.
Cuando un ministerio opera sin importarle la santidad, está bajo el dominio del espíritu de Belial. La palabra Belial es igual a impío. Significa, además, corrupción y desvergüenza. Está compuesta por dos raíces: la primera es Beli, que es equivalente a deterioro, daño, destrucción, la segunda es Yaal que significa valioso, provecho, muy bueno.
En Primera de Samuel se describe a los hijos de Elí, quien era sumo sacerdote, pero que ya había envejecido, como hombres impíos que no tenían conocimiento de Jehová, que, con prácticas groseras, a la hora de hacer los sacrificios, sacaban ventajas de lo que se ofrecía.
El asistente del sacerdote se presentaba con un tenedor grande en la mano y, mientras se cocía la carne, metía el tenedor en la olla, y el sacerdote tomaba para sí mismo todo lo que se enganchaba en el tenedor. Sin embargo, los hijos de Elí se anticipaban por la fuerza para tomar la carne de los sacrificios que el pueblo llevaba al altar. Esto constituía un pecado gravísimo, pues estos jóvenes trataban con desprecio las ofrendas que le pertenecían al Señor.
El Espíritu de Belial intenta desconocer el orden de Dios en el servicio, es irreverente, atropella la comunión congregacional con elementos improvisados y torpes que no encajan en la solemnidad de la adoración.
Los hijos de Elí ministraban en el altar para servirse ellos mismos, para tomar las mejores carnes. Actuaban como los dueños del altar. Desconocían que el altar de Dios tiene un sólo propósito que es rendir reconocimiento, honra y gloria a Dios. Nunca habrá verdadero avivamiento sin orden en el altar, sin adoración genuina y sincera.
El Espíritu de Belial se manifiesta en la inmadurez y la carnalidad, en la falta de capacidad para entender a quién es que se le sirve y a quién es que se adora desde el altar, por eso también es un espíritu contencioso y polémico que trae división dentro del liderazgo.
Los hijos de Elí se hicieron tenedores especiales para tomar lo mejor de la ofrenda. Lo primero que éste espíritu hace es instrumentalizar la adoración, convertirla en rutina, en mecánica de fuerza y sagacidad humana para enterrar lo profético.
Hoy se manifiesta con gran sutileza. Los talentos: adoradores, ministros y predicadores no entregan desde el altar todo lo que Dios le da, tienen sus tenedores para enganchar para ellos las mejores carnes. No viven ni se entregan en su totalidad a Dios, sino que retienen la porción que le corresponde a su ego. No le dan a la iglesia, a la familia, esposas e hijos todo lo que debe llegar al altar del sacrificio, sino que retienen una parte para ellos. Pues éste espíritu trata de tomar lo mejor y así traer deterioro al pueblo. Éste espíritu trae división y frialdad para evitar que haya avivamiento.
El Espíritu de Belial intenta desconocer el orden de Dios en el servicio, es irreverente, atropella la comunión congregacional con elementos improvisados y torpes que no encajan en la solemnidad de la adoración. Nunca habrá un verdadero avivamiento sin orden en el altar, sin adoración genuina y sincera.
El espíritu de Belial es individualista, egocéntrico y arrebatador. Se esconde en los títulos, en el reconocimiento humano, en los dones y talentos que Dios nos ha dado. Éste espíritu hay que llevarlo al altar y dejar que se queme con toda su grosura, entonces se verá la gloria de Dios y vendrá el avivamiento verdadero que todos esperamos.
Fuente: Libro “XXI Espíritus que atacan a la iglesia y a la familia.” Volumen 1
Autor: Santiago Ponciano.