En el libro de Mateo, primero libro de Nuevo Testamento en su capítulo 7 el Señor Jesús inicia varias de sus enseñanzas diciendo «no juzguéis», pero en todo el capítulo va dando enseñanzas para un área y otra de la vida del creyente, enseña cómo debemos orar y pedir, enseña sobre esa “puerta estrecha” que lleva a la «vida eterna» y otras enseñanzas más.
En el verso quince dice muy enfáticamente “guardaos de los falsos profetas», y describe de forma muy directa y clara en las condiciones que estos vienen a nosotros para que podamos identificarlos, hoy día nuestros corazones se debaten mucho en querer identificar estos falso dentro del enorme pueblo Cristiano alrededor del mundo.
Pero en los versos siguientes de todo el capítulo siete continúan las enseñanzas de nuestro gran Maestro, Señor y Salvador Jesús, y de manera muy puntual dice «Por sus frutos los conoceréis«, y aquí nos deja una estrategia por demás excelente como si nos dijera “¡miren los frutos!”, y nos hace una comparación a los árboles, nunca un árbol bueno dará frutos malos, como tampoco la maleza dará frutos.
Y claro que a los frutos que se refiere el Señor Jesús no son otros que los frutos que el Espíritu Santo produce en una vida transformada, en una criatura que ha nacido de nuevo o en el nuevo hombre según Cristo que habla y describe todo el Nuevo Testamento.
Frutos Espirituales consecuentes de una nueva vida dirigida y cambiada por el Poder del Espíritu Santo, con el que hemos sido sellados una vez que le pedimos al Señor Jesús que nos salve y que more en nuestros corazones.
Estamos claros que estos tremendos procesos y cambios se dan en la parte que nosotros aportamos, y la parte que aporta el Espíritu Santo, y esto a través de entregar cada día nuestra voluntad a Él, haciendo que el amor genuino abunde en nosotros por medio de lo que damos, ayudamos y hablamos; el gozo con el cual llenamos nuestras almas y corazones; la paz y la paciencia a la cual echamos manos día a día usándola en todo lo que hacemos, y así, los demás frutos de Espíritu.
Entonces, solo entonces se dará la renovación del espíritu de nuestra mente que enseñan en Efesio 4:23 que dice “ y renovaos en el espíritu de vuestra mente”, y tendremos la liberación de una conciencia que estuvo cauterizada (quemada y que no fluía), entonces también veremos como un entendimiento entenebrecido recibir la luz de Jesús y seremos árboles repletos de buenos frutos, con un corazón que servirá a su prójimo sin reparos.
Claudia Contreras A.
Santo Domingo, República Dominicana.