Desde la época del patriarca Abraham, los pueblos orientales practicaban la hospitalidad, a un nivel que en occidente no alcanzamos a comprender. Por ejemplo, si un huésped, ya sea forastero o invitado visitaba una tienda, se le lavaba los pies como señal de que estaba siendo bien recibido, sin embargo, si el huésped por alguna razón no era bienvenido y era rechazado, el mismo se sacudía los pies en señal de evidencia de que estaba siendo objeto de rechazo, y a la vez al levantarse el polvo, se estaba levantando un testimonio o constancia de que no habían dado posada.
Me llama la atención que el huésped que no era recibido, no buscaba explicaciones, no indagaba, simplemente se sacudía el polvo de sus pies con clara compresión de que allí no lo querían. Daba la espalda y se marchaba.
De esta costumbre hay mucho que aprender; algunas veces tu eres un afintrión y otras veces eres un huésped.
Es posible que tu seas el anfitrión más espléndido al recibir tus huéspedes de visita en tu casa interior, le lavas los pies del alma a tus invitados.
Puede que para ti sea un deleite preparar el más exquisito banquete de hermosos sentimientos para el disfrute de ellos, pero también es posible que cuando te haya tocado ser el huésped, no te hayan recibido como te lo mereces y hasta en algunos casos te hayan rechazado.
Es el riego al que te expones en el trajinar de la vida, pero no tienes porque quedarte en un lugar donde no te quieren, donde no eres bienvenido…
Simplemente sacude el polvo de tus pies, y sigue caminando, no tienes que rogar que te reciban en un espacio donde no han preparado una habitación para ti, donde no quieren lavar tus pies…
Cuelga sobre tus hombros tu mochila de sueños y vete con tus buenos sentimientos donde si te estimen, donde entiendan el honor que es recibirte….
Sal de ahí, dale la espalda y sacude el polvo de tus pies….
Y entiende que en los siguientes kilómetros de tu vida, habitan otros anfitriones dispuestos a recibirte….
Si esa familia les da la bienvenida, entonces ellos son dignos de su bendición de paz y esa bendición se quedará.
Anny Esther Burgos
Santo Domingo, República Dominicana