A los 16 años llegue a los Estados Unidos, lleno de sueños mi padre Hipólito Ventura me enseñó dos caminos: el trabajo duro o el fácil. Comencé a trabajar en un camión de basura, pero me brindaron otra vida la cual era la fácil la del tráfico de droga, allí tenía arma de fuego, seguridad, muchas mujeres, viajaba a Bonao hasta 3 ó 4 veces al año. Usaba ropa de marca y prenda, me decían el clásico, vivía de aplauso y fama.
Un día, una me delató, caí preso y me deportaron a República Dominicana, después de 20 años aquí se acabaron los aplausos y la fama, los amigos y mujeres se fueron; me quedé sin dinero, sin familia y sin amigos. Solo mi madre Mercedes y algunas tías y mis hermanos se mantuvieron mi lado. Caí en la depresión y en vicio de droga ya no me bañaba, dormía en la calle y era muy irrespetuoso, pedía 5 y 10 pesos para el vicio. Un día mi abuela María me dice “popito esta noche no salgas”, mi abuela era la única que me abría la puerta de su casa; mis padres y hermanos se quedaron en Estados Unidos. Esa noche le robe a mi abuela dos sábanas y la vendí camino al punto de droga, el escuadrón de la muerte me dio cinco tiros en mi pierna derecha y uno en la izquierda, me entraron en el baúl del carro por 4 ó 5 horas para que muriera desangrado, al ver que no moría me tiraron en el hospital, me mandaron para Santiago en una ambulancia, se pararon a mitad de camino y mi tía Martha le dijo al chofer de la ambulancia que le diera rápido, cuando llegué fue para cirugía por que estaba a punto de darme gangrena y me cortaron la pierna. Cuando me sané, la depresión me dio más fuerte, vendí todo lo que mi madre me dejo volví a las calle y al vicio, a dormir en construcciones, con perros, duraba 5 y 6 meses sin bañarme comía de los zafacones, una madrugada me llevaron a un puente acusándome de un robo, con la cabeza para bajo y me agarraban por la pierna que me quedaba para que buscara el celular que no me había robado, me di cuenta que mi vida estaba en peligro, un día pidiendo en una fritura una pareja de esposo, Luis Rodríguez y Maribel Ramos me predicaron de Cristo y me llevaron a su casa, me bañaron, buscaron ropa y me alimentaron, ellos me llevaron a la iglesia, al tiempo de estar con ellos se le secaron los riñones a Maribel, en su familia no eran compatible con ella en la iglesia preguntaron si alguien puede donar un riñón y levante la mano por agradecimiento y fui compatible con ella. Hoy en día ella tiene un riñón que Dios le regaló a través de mí y yo soy un hombre restaurado a través de ella. Hoy soy casado con Soledad Reyes de Ventura y junto tenemos un centro de rehabilitación. Estamos trabando con hombre que están en la condición de vida que yo estaba, estoy dando por gracias lo que por gracias hemos recibido en “Casa de Rehabilitación El Buen Pastor”.
Hipólito Ventura.
Bonao, República Dominicana.